Rebeca era una niña con solo 6 años. La pequeña, a esa edad comenzó a sentir curiosidad y a preguntarse, ¿qué podría haber dentro de esa casa?, la cual estaba ubicada casi enfrente de donde vivía con sus padres. Todos los días, Rebeca pasaba por allí cuando se dirigía a la escuela o a la casa de su abuela.
Pero cuando la niña pasó precisamente frente a esa casa, se preguntó: “¿Qué habrá dentro de esa casa? Y al mismo tiempo, esa casa cerrada también le provocaba unas ganas enormes de ver que sus puertas estuvieran abiertas y así poder ver el interior, ver su distribución, sus muebles, etc. Esa curiosidad, la niña la dejó con esa inquietud, de saber cómo era dentro de ella.
Los propietarios de la casa, ambos, dedicaron una larga vida al comercio. Vendían joyas, calzado, ropa, entre otros artículos.
Pero un día el dueño de aquella enigmática casa se quedó viudo. Su esposa había muerto. Y en ese momento dejó de trabajar.
La gente que lo conocía, ya no lo miraba vendiendo en el puesto. El hombre se había retirado de las ventas y también porque estaba cansado y confinado a una silla de ruedas, lo que le dificultaba los desplazamientos para atender a los clientes, razón por la cual Don Enrique se retiró de su negocio y se dedicó a no ser nada más en casa, descansar y ver pasar el tiempo.
Los vecinos dijeron: -Don Enrique pasa el tiempo en su casa, le vamos a llevar comida- y así fue como supieron que Don Enrique estaba allí dentro de su casa. El pobre hombre estaba en ese momento confinado a una silla de ruedas, inmóvil. En ese momento, no le resultaba fácil moverse por la casa, simplemente se quedaba en un lugar debido a su falta de movilidad y con poca fuerza para moverse.
Pero un día, cuando ya era casi de noche, los vecinos de la cuadra se alarmaron, pues observaron que esa casa, que la niña Rebeca siempre quiso ver, despedía fuertes e impresionantes llamas de fuego. Los vecinos querían hacer algo para evitar que la casa se incendiara y pusiera en riesgo a Don Enrique. Pero en ese mismo momento no se pudo hacer nada, ya que en verdad en ese momento el fuego se había apoderado de esa casa, ardiendo. Y algo más triste y feo, que el pobre hombre estaba dentro de ella y junto con él la ilusión de Rebeca.
La niña, nunca se lo contó a nadie, se lo guardó para toda la vida, solo deseaba y pensaba, poder mirar esa casa con las puertas abiertas. Algún tiempo antes de ese evento, la niña y sus padres habían abandonado ese lugar, rumbo a otra ciudad.
Nadie en la familia, y menos los vecinos, se enteró de que Rebeca llevaría toda su vida con esa ilusión de poder mirar esa casa desde adentro. Y ya habían pasado 36 años.
Cuando Rebeca se enteró de lo que le había pasado a don Enrique y a su casa de las ilusiones, se entristeció porque le vino a la mente el recuerdo de esa casa y esa curiosidad que nunca desapareció.
Rebeca recordó eso durante muchos años y también dijo: -Quizás, si yo hubiera podido ver, aunque fuera una vez, lo que había dentro de esa casa, o cómo estaba dentro, tal vez el dueño de esa casa no hubiera muerto dentro. Se quemó y terminó con esa muerte fea y trágica. O tal vez si le hubiera dicho a alguien que quería mirar o conocer esa casa desde adentro, no habría tenido ese destino trágico, tanto para la persona como para esa casa.
La casa predestinada
Rebeca era una niña con tan solo 6 años. La pequeña, a esa edad empezó a sentir curiosidad y a preguntarse, ¿qué es lo que podría haber adentro de esa casa?, la cual se ubicaba casi enfrente de donde ella vivía con sus padres. Todos los días, Rebeca pasaba por ahí cuando se dirigía a la escuela o a la casa de la abuela.
Pero cuando la niña pasaba precisamente por enfrente de esa casa, Ella se preguntaba:”¿Qué habrá adentro de esa casa?. Y a la misma vez, esa casa cerrada le provocaba también un deseo enorme de mirar que sus puertas estuvieran abiertas y así poder ver hacia adentro, ver su distribución, sus muebles, etc. Esa curiosidad, a la niña la dejaba con esa inquietud, de saber cómo era por dentro.
Los propietarios de la casa, los dos, toda una larga vida se dedicaron al comercio. Ellos vendían bisutería, calzado, ropa, entre otros artículos.
Pero un día el dueño de esa casa tan enigmática, quedó viudo. Su esposa había muerto. Y al tiempo él dejó de trabajar.
Las personas que lo conocían, ya no lo volvieron a mirar vendiendo en el puesto. El hombre se había retirado de las ventas y también porque estaba cansado y postrado en una silla de ruedas, motivo por el cual se le hacía más difícil moverse para atender a los clientes, fue por eso que Don Enrique se retiró de su negocio y se dedicó a estar nada más en su casa, descansando y mirando pasar el tiempo.
Los vecinos decían: – Don Enrique se la pasa en su casa, vamos a llevarle comida- y así era como sabían que don Enrique estaba allí adentro de su casa. El pobre hombre se encontraba en ese momento postrado en silla de ruedas, inmóvil. En ese tiempo, para él no era fácil poder deslizarse, por toda la casa, solo se mantenía en un solo lugar por la falta de su movilidad y con pocas fuerzas para desplazarse.
Pero un día, casi obscureciendo los vecinos de la cuadra se alarmaron, porque observaron que aquella casa, que la niña Rebeca siempre deseó ver, salían fuertes e impresionantes llamaradas de fuego. Los vecinos, quisieron hacer algo para evitar que se quemara la vivienda y pusiera en riesgo a Don Enrique. Pero en ese mismo instante no se pudo hacer nada, ya que en verdad en ese momento el fuego se había apoderado de esa casa, quemándose. Y algo más triste y feo, que el pobre hombre sí estaba adentro de ella y junto con él la ilusión de Rebeca.
La niña, nunca se lo dijo a nadie, toda una vida se lo guardó, ella solo deseaba y pensaba, poder mirar esa casa con sus puertas abiertas. Tiempo atrás de ese suceso, la niña y sus padres, se habían ido de ese lugar, dirigiéndose a otra ciudad.
Nadie de la familia y menos los vecinos se enteraron, que Rebeca cargaría toda su vida con esa ilusión de poder mirar esa casa por dentro. Y ya habían pasado 36 años.
Cuando Rebeca supo lo que le sucedió a Don Enrique y a la casa de sus ilusiones, se entristeció porque se le vino el recuerdo a su memoria de esa casa y de aquella curiosidad qué nunca desapareció en ella.
Rebeca muchos años recordó eso y también decía: -Talvez, si yo hubiera podido mirar, aunque sea una sola vez, qué había adentro de esa casa, o como era por dentro, a lo mejor el dueño de esa casa no hubiera muerto adentro de ella calcinado y terminado con esa muerte tan fea y trágica. o talvez si a alguien le hubiera comentado que yo quería mirar o conocer esa casa por dentro, no hubiera tenido ese trágico destino, tanto la persona, como también esa casa.
Written by Maria Pandil
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