La señora de las Flores

La señora de las Flores

Photo by Maria Pandil

La señora de las Flores

Hace muchos años existió una señora con un gran afán: el de cultivar en su casa preciosas flores, como dalias muy coloridas y cempasúchil amarillo. También tenía plantas de manopantera de color guinda, esa flor aterciopelada y tradicional que encantaba a todo el que pasaba por su casa. Con el tiempo, esas flores acababan adornando las tumbas de sus difuntos, donde cada año se podían ver algunas de esas flores embelleciendo los panteones que ella visitaba el Día de Muertos. Digo “algunas” porque a ella también le gustaba comprar hermosas flores blancas llamadas pompones, gladiolas de diferentes colores y claveles rojos, que se mezclaban con las flores que cultivaba en casa.

Lo que caracterizaba a esa señora era que la veían todos los días contemplando su jardín colorido, pues eso era su pasión, al igual que regarlo y cuidarlo con esmero. Aquél era un plantío de hermosas flores que disfrutaba tanto por su propio bien como por el deleite de quienes se dejaban atrapar por aquella deslumbrante belleza.

Cada año era lo mismo. Con el paso del tiempo, la bella e incansable señora dejó de preparar la tierra para sembrar y de cuidar su maravilloso jardín. En unos meses, llegó el momento de visitar los camposantos, pero no contaba con flores como de costumbre para llevar a las tumbas. Esto la agobiaba. Además, en ese momento, la pobre mujer no tenía suficiente dinero para poder comprar flores.

Ese año sería el 65 aniversario ininterrumpido de cultivar flores y distribuirlas en los panteones a sus difuntos. Los días seguían transcurriendo y la señora se mantenía afligida al acercarse el Día de Muertos, pues no tendría cómo llevar la ofrenda a quien más quería. En ese momento, ni sus hijos pudieron ayudarla a comprar las flores necesarias para sus muertos.

Una mañana muy temprano, llegó un nieto de doña Luz y le dijo: “Nana, aquí le traigo unos cuantos pesos para que usted vaya a la florería y compre lo que quiera de flores. Todo el año tuve muy presente que usted nunca ha dejado de visitar a sus difuntos el Día de Muertos, y es por eso que hoy vengo a regalarle este dinero que estuve ahorrando todo un año, especialmente para usted, para ayudarla a cumplir su pasión, a quien se debe, principalmente a su madre”.


Written by Maria Pandil

Edited by Mariana Valles Felix

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